viernes, 6 de marzo de 2020

Lunático


“Tendrás a tu hombre, piel morena ─desde el cielo habló la luna llena─ pero a cambio quiero el hijo primero que le engendres a él.”

(Fragmento de la canción “Hijo De La Luna” de José María Cano)

“Lunático”, nunca mejor aplicado al estado en que se encuentra mi compañero.

Y es que fue tremendo el impacto emocional e intelectual que tuvimos mi colega astronauta y yo ayer apenas. Las historias que de niños nos contaban acerca de la Luna resultaron, al menos por un momento, no del todo falsas para nosotros dos.

Teníamos por bien sabido que la Luna no era de queso ni de plata, por ejemplo. También estábamos convencidos que no existían hombres-lobo ni otros seres mágicos que se vieran influidos ante la presencia de nuestro satélite natural.

Por supuesto, aquellas historias conspiranoicas de que el hombre no había visitado la Luna sino que todo había sido un montaje las teníamos por bien explicadas y efectívamente probadas. Aún así, fue nuestro turno comprobar personalmente todo eso que ya sabíamos… hasta ayer.

Y todo eso afectó más a mi compañero, acérrimo defensor de la ciencia e implacable activista contra dogmas, conspiraciones y fanatismos sociales de toda índole.

Llevábamos ya dos días de misión desde el lanzamiento y ayer debíamos alunizar siguiendo los pasos de los astronautas que el siglo pasado habían sido los primeros. Con nosotros se reanudaban los viajes a nuestra redonda compañera.

Los controles indicaban nuestra proximidad y en los instrumentos todo marchaba como debía ser. El itinerario incluía una vuelta completa al satélite para capturar imágenes de la cara oculta y luego alunizar.

Y fue cuando sucedió.

Nos quedamos paralizados al observar por una de las ventanas del módulo en que viajábamos la imagen de la Luna… una Luna pintada en un pedazo redondo de madera como adherida a un muro oscuro y que yo pensé que debía ser de descomunales dimensiones para ser percibido desde la Tierra.

Todo lo que sabíamos de nuestro satélite y del espacio fue derrumbado en instantes. ¿Quién iba pensar que la Tierra era efectivamente el centro del universo y que los astros que observábamos eran simples bosquejos pintados en un enorme muro esférico que debía rodear la Tierra? Y el Sol, ¿qué sería? ¿Una gigantesca lámpara?

Mi reacción fue vomitar y desmayarme por un día completo pero mi compañero (después lo supe) se quedó paralizado con una sonrisa tenebrosa observando la ventana y repitiendo una y otra vez la frase “la Luna está pintada, la Luna está pintada, la Luna está pintada, …”.

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Hoy desperté en una sala de un hospital y me explicaron la situación: nuestra misión fue un experimento en el que se observarían nuestras reacciones en un encierro de dos días en el que estaríamos dentro del módulo en un espacio muy pequeño. Nuestro “módulo” era en realidad un simulador que incluía vibraciones similares a las que se perciben en el despegue y el alunizaje. Ni siquiera la presencia de gravedad nos extrañó pues el módulo real cuenta con un sistema de gravitación artificial que nos permitiría tener menos problemas con algunos experimentos que haremos en la misión real.

La ventanilla, en realidad, no era tal sino una pantalla que debía mostrar ciertas imágenes del entorno pero traslúcida al apagarse y eso sucedió, se apagó y lo que vimos fue la sala en la que se encontraba el simulador. Era imperativo no comunicarnos la naturaleza de la misión.

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Hoy, después de varios días, me encuentro mejor al conocer toda la situación y, por fortuna, aún sigo siendo uno de los dos primeros humanos que pisaran la Luna en la misión real pero, mi compañero, tal vez ya no me acompañe; él se quedó, como se dice, “en la Luna”.

- Roy Lobo (2.feb.2016)

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